Blog: Maternitats úniques

Por websitebuilder 08 nov, 2021
Fer servir bolquers de tela suposa per a la família un estalvi de més de 1.000 € i pel planeta, un estalvi de 5.000 bolquers d'un sol ús.
Por websitebuilder 26 ago, 2021
Nora me brindó la oportunidad de acompañarla durante el embarazo, el parto y el posparto. Fue el regalo más grande. Nora es una mujer valiente y resiliente. Tenía las cosas muy claras, así que se informó y luchó por tener el parto que deseaba. El jueves 13 de mayo a las 8 de la mañana entrábamos por la puerta del hospital. Había programada una inducción. Esa noche no dormí casi nada, pensando si lo tendría todo preparado y si podría acompañar a Nora como deseaba y como se merecía. Pero resultó que no había camas en planta ni paritorios libres, así que reprogramaron la inducción para el domingo y nos mandaron a casa. Antes de irnos, un ratito de monitores para escuchar a Aya. Y en el mismo hospital, empezaron las contracciones. No nos lo creíamos, pero esque Aya tenía otros planes, nacería cuando ella quisiera. A Nora le apetecía caminar, así que cuando salimos del hospital, fuimos a pasear por el parque. Con el sol de primavera y entre árboles y gente paseando, Nora surfeaba las contracciones. Yo las controlaba con la aplicación del móbil. Reímos, hablamos, paseamos. Cuando tenía una contracción, paraba y la bailaba suavemente. La miraba y no podía dejar de ver su poder y su fuerza. Al cabo de dos horas de contracciones bajo el sol, volvimos al hospital y ya nos quedamos. Entró en la ducha, y parecía flotar, como si estuviera en una nube. Me pidió que le contara cosas, así que le hablé de mi hijo, de como nació… Hasta que llegó un momento que reinó el silencio, los suspiros y el contacto: mi mano en ningún momento más soltó la suya. En el silencio y la oscuridad de la habitación, Nora descansaba en la cama. La comadrona y yo la tapamos. Tenía frío. Le puse unos calcetines y la tapé con las mantas. -No te vayas. -Estoy aquí, no me voy. Y de pronto, hubo un cambio, Nora se puso de lado y empezó a empujar. Le di la mano y el equipo sanitario lo preparó todo. Me invadió una emoción intensa, y se me empañaron los ojos. Le susurré que lo estaba haciendo genial. Nos miramos y vi agradecimiento en sus ojos. -Es el parto que deseaba. -dijo sonriendo, casi eufórica. Lentamente, Nora paría y Aya nacía. Ese momento tan mamífero, tan intenso y emocionante. Entregarse a la vida, sin retorno, acompañar a su hija a ese viaje sin igual. Transformarse y renacer. Y nació Aya, húmeda y con los ojos muy abiertos. El cordón latía con fuerza, azulado, devolviéndole la sangre. Lloró un poco pero en el pecho de su madre se calmó en seguida. Era su hogar. Qué momento tan mágico y sagrado, el reencuentro al otro lado de la piel. Cuando el cordón dejó de latir, lo corté con amor, dando las gracias a la placenta por haber cuidado a Aya durante tantos meses. Nora estaba cansada pero radiante, preciosa. En el mismo paritorio la pequeña se enganchó al pecho y pasado un rato subimos a planta. Ya oscurecía y me fui a casa, dejándolas descansar en su primera noche juntas. De vuelta a casa, sentí agradecimiento. Di gracias a la vida, por haber podido presenciar el nacimiento y la llegada de Aya. La mañana siguiente, volví al hospital. Habían pasado una buena noche aunque no habían podido descansar mucho por los ruidos del hospital. Nora tenía ganas ya de volver a casa para ver a su marido y a Asiya, su hija mayor. Por las restricciones, solo yo podía visitarla durante el ingreso. Por suerte, esa misma tarde, 24 horas después del nacimiento, le dieron el alta y las acompañé a casa. El reencuentro fue precioso, verlos a los cuatro juntos y poder inmortalizarlo para siempre. Unos días más tarde, volví y le traje un tupper con comida, unas hierbas para infusiones y arcilla blanca para Aya. Hablamos del parto y compartimos sensaciones. Hoy escribo el relato de parto y aún me emociono recordándolo. De hecho, nunca olvidaré la primera vez que acompañé como doula de partos.  ¡Gracias, familia! Ha sido un honor acompañaros.
Por websitebuilder 19 ago, 2021
Quan pensem en què comprar a un recent nascut ens venen al cap mil objectes i artilugis, però els necessitem realment? Una criatura recent nascuda necessita ben poca cosa: amor, calor, aliment… Per tant, podem fer una llista de naixement conscient tenint en compte les seves necessitats. Portabebès : un fular, una bandolera d’anelles… Bolquers : molts, a poder ser de tela, el medi ambient ho agrairà. Tovalloletes : petites, mitjanes.. serveixen per a tot: mocs, llet, pipi, caca... Roba : donada, regalada, comprada… A més, també ens poden ser útils: Discs de lactància Muselina : per tapar, per a fer servir com a canviador, per a netejar, per als mil usos. Cadireta de cotxe : si ens movem en cotxe és molt important un bon sistema de regulació infantil homologat que permeti viatjar a contramarxa com a mínim fins els 4 anys. I, finalment, altres regals que poden ser molt ben rebuts: Doula : acompanyament emocional, suport, ajuda durant l’embaràs, el postpart, la criança… Menjar : tuppers plens de menjar saludable. Neteja : unes hores de neteja setmanals durant uns mesos. Fisio especialitzada en sòl pèlvic : per a cuidar-se durant l’embaràs i durant el postpart. Fotografia : una sessió de fotos amb una fotògrafa professional durant l’embaràs o quan la criatura ja ha nascut és un regal preciós per tenir un record tota la vida. Aquí et deixo la botiga online o n trobaràs moltes idees per a fer regals i la web on trobaràs tot allò que ofereixo com a Doula. Se t’acut alguna cosa més que pugui ser útil?
Por websitebuilder 12 ago, 2021
Mi nombre es Raquel, y esta es mi historia. Llevo casi cinco años con mi pareja y tiempo atrás decidimos que sería un buen momento para aumentar la familia así que nos pusimos al lío. Y como era de esperar al poco tiempo llegó el ansiado positivo. Recuerdo el día como si fuera ayer. 28 de febrero de 2018, 12 del mediodía y un frio helante en la calle. Las lágrimas afloraban por mis ojos y la felicidad era incontrolable. En cuanto llego mi pareja le di la fantástica noticia de la forma más especial que se pudo ocurrir en el breve tiempo que tenía. Pintarme en mi barriga un enorme “Hola papa”. Estábamos inmensamente felices, contentos, entusiasmados. Por fin íbamos a ser papas. Acudí a mi visita con el ginecólogo, y empezamos con el seguimiento habitual de lo que sería un embarazo normal. Tomaba mis pastillas de ácido fólico, tenía horribles nauseas durante todo el día, las analíticas y ecografías eran correctas. Un embarazado como cualquier otro. A las 16 semanas supimos que esperábamos una preciosa niña. Mia, nuestra pequeña Mia. El embarazo avanzaba y mi vientre crecía. Cada vez notaba más y más sus movimientos, sus patadas, a mi hija. Llegamos al ecuador del embarazo y con él, la ecografía morfológica. Era una ecografía importante ya que podríamos ver detalle a detalle a nuestra niña. Aunque íbamos muy tranquilos y sin preocupación alguna. Cuando nos llamaron, el procedimiento fue el habitual, me tumbo en la camilla me levanto la camiseta y empezamos a ver a Mia. La doctora toma las medidas correspondientes mientras nos va informando de lo que hace hasta que llega un momento en el que se hace el silencio. Hasta el momento ni siquiera incomodo, ya que no sabíamos lo que estaba por venir. El silencio terminó y la doctora empezó a hablar. Nuestra hija no estaba bien. Había algún tipo de problema cardiaco y un notable aumento del pliegue nucal de 7,2m. Tras una extensa explicación llena de palabras y conceptos que hasta entonces no había oído en mi vida y no entendía para nada lo que querían decir llegó el segundo silencio, esta vez sí incómodo y lleno de lágrimas. Lágrimas que brotaban de mis ojos sin control, pero en absoluto silencio. No podía hablar, no podía moverme, no podía pensar que aquello me estuviera pasando a mí. Ese mismo día me hicieron una amniocentesis y junto a ella solicitamos unos arrays para mayor precisión de diagnóstico. Salimos de la clínica en silencio, y fuimos a buscar nuestro coche. Lágrimas y más lágrimas es lo que recuerdo de ese día. “Todo irá bien” decíamos intentando auto consolarnos pese a saber que no sería así. Decidimos ir a la playa a tomar un poco de aire fresco, pensar o simplemente cerrar los ojos y llorar lo que tuviéramos que llorar porque en esos momentos no necesitas nada más que eso, llorar. Una semana había pasado cuando volvimos a la clínica a buscar los resultados. Estaba nerviosa, histérica, temblaba de nervios, de emoción por pensar que todo esto quedaría en una anécdota y que mi hija estaría bien. Falsas esperanzas que una persona se crea por aquello que dicen del afán de supervivencia que tenemos. Pues eso intentaba hacer, sobrevivir como fuera a aquella situación. Entramos en la consulta nuevamente, me tumbo en la camilla, y cuando entro, las palabras sobraban. Recuerdo que la doctora me miro de la forma más tierna que alguien podría mirarme y me dedico una noble sonrisa de resignación seguida de un “no te puedo dar buenas noticias”. Mi hija tenía una translocación cromosómica. Una deleccion intersticial del cromosoma 4q33 al 34.3. O lo que es lo mismo, la pérdida de un cachito de cromosoma. Este síndrome tiene una incidencia de 1:100.000 y si, ese 1 fue Mia. Problemas cardiacos, discapacidad intelectual severa, malformaciones, problemas de crecimiento y desarrollo, y otros muchos síntomas son los que habría podido desarrollar mi hija. Los médicos lo tenían claro, lo mejor sería interrumpir el embarazo. Y nosotros después de informarnos, hablar con mi ginecólogo, y meditar sobre la situación, también. Cualquier madre en su sano juicio si pudiera decidir cuál sería la calidad de vida de su hijo decidiría que fuera la mejor. Y eso hicimos nosotros. No quería ver a mi hija sufrir todos los días de su vida. No quería que mi hija pasara el resto de su vida entre médicos y quirófanos. Dado el avanzado estado de gestación en el que nos encontrábamos (23 semanas) nos derivaron al hospital Vall d’Hebron en Barcelona. Acudimos a la primera visita en la que nos explicaron todo el procedimiento a realizar, que no era ni más ni menos que el de un parto normal y corriente. Todo estaba programado para el 18 de Junio y tengo que decir que muy a mi pesar deseaba con todas mis fuerzas que llegara el día, deseaba dejar de sentirla dentro de mí, porque por muy cruel que suene nadie sabe cómo es la sensación de sentir como mi hija se movía dentro de mi mientras yo sabía que jamás estaría junto a nosotros, que no podría tenerla en mis brazos, que nunca le cambiaria un pañal, que jamás vería salirle su primer diente, que jamás me dedicaría una sonrisa. Nunca me llamaría mama. 18 de junio, 8 de la mañana y en mi mente el recuerdo de una niña temblorosa y aterrorizada. Tenía miedo, muchísimo miedo. Como toda madre primeriza el día de su parto, pero en mi caso sabía que volvería a casa con mi vientre y los brazos vacíos. Recuerdo entrar la sala de partos y acto seguido una mujer adorable venir a explicarme que ella sería mi comadrona y la que asistiría el parto. No pude evitar fundirme en un intenso abrazo y un mar de lágrimas junto a ella, buscando consuelo de mi dolor, de mi miedo, en una simple desconocida que estaría junto a mí en uno de los peores momentos de mi vida. Me desnudo y me pongo una bata verde que no deja mucho a la imaginación. Nervios. Lo primero que hicieron fue ponerme una vía por la cual me administraban suero constante y calmantes cuando fuera necesario. Más nervios, y miedo. Al rato vino la anestesista y me pusieron la epidural. Lágrimas, lloro y lloro abrazada a mi novio mientras le digo que estoy bien, que no pasa nada. Mentira. Estaba asustada como nunca lo he estado, quería avanzar el tiempo lo más rápido posible hasta el momento en el que volviésemos a ser felices, el momento en el que pudiéramos volver a sonreír. Y todo empezó. A las 11 de la mañana me administraron la primera dosis de las pastillas para inducir el parto. El proceso iba a ser largo. Tenía que dilatar, romper la bolsa, dilatar más, y finalmente llegaría el momento del parto. Fueron pasando las horas y con ellas las dosis de medicación. El 18 de junio de 2018 a las 21:50 horas, mi hija, Mia, nació para convertirse en nuestro pequeño ángel de la guarda. Para que cada noche el cielo brillara un poquito más. Tras esta historia se esconden muchas más personas de las citadas a las que les estaré inmensamente agradecida por todo el apoyo recibido. En especial a mi pareja, Javier. Gracias. Raquel
Por websitebuilder 05 ago, 2021
El juny de 2017 em vaig quedar embarassada del meu segon fill, quan tenia una filla de quasi 4 anys. Tot anava bé però alhora era molt extrany. No "li feia el mateix cas" a aquest embaràs que a l'altre. Era un nen buscat però no sé, a estones era com que me n'oblidava... Com deia, tot anava bé fins que a la visita del ginecòleg de les 15 setmanes em van posar un aparell per sentir-li el cor a la panxa i no li trobaven... Em van dir que a vegades passava i que millor fer una eco. Vam canviar de sala i em van fer la eco. El que va venir després no ho oblidaré mai. La doctora va dir: "Oh Sònia, s'ha parat. Em sap greu". Em vaig quedar en xoc mirant la pantalla, no podia ser, aquella imatge no es movia... Quan vaig reaccionar vaig plorar. La doctora i la infermera van ser molt carinyoses i em van deixar fer. Llavors vaig haver de baixar a sala de parts perquè " l'havia de parir". No podia ser... A tot això, jo estava sola. Vaig trucar al meu home i cap a dins... Els següents tres dies van ser un infern. Ingressar, pastilles per expulsar-lo, dir-ho a la gent, a la meva filla, dormir sense ella (era la primera vegada)... Els dolors de les contraccions eren molt pitjors que les del part, em van haver de punxar dues vegades perquè era insuportable. Al final vaig baixar a sala de parts i me'l van acabar de treure, ja el tenia a punt de sortir. El primer que vaig voler saber va ser el sexe, era un nen, l'Aran. Em van netejar i ens van deixar sols a ell i a mi (el meu home no el va voler veure). El vaig mig abraçar, li vaig fer petons, li vaig parlar... Ens vam despedir... A la tarda em van donar l'alta sense fer-me cap legrat a veure si em netejava sola. Al cap de dos mesos hi vaig anar i tot correcte però tenia regles molt llargues i amb coàgols. Un matí de gener, després de portar la nena a l'escola vaig notar com expulsava com una massa. La vaig agafar i cap a l'hospital. Em van ingressar per fer-me un legrat. A partir d'aquí la feina va ser emocional. L'Aran havia de néixer el 12 de març. Aquell dia li vaig escriure una carta i vaig decidir de guardar-lo per sempre dins un trosset del meu cor. La meva filla a dia d'avui encara em parla d'ell. Sempre estarà amb nosaltres... Aquell any va ser molt difícil però vam tornar a veure la llum perquè una altra petitona estava en camí. Ara sentia que sí que aniria bé... Em feia por tornar a passar pel mateix però pensava que me'n faria més... Vaig tenir el pressentiment que tiraria endavant. Ara si... La meva segona filla va néixer fa 15 mesos. Tot i que no substitueix a l’Aran, ella i la seva germana són el millor que ens ha passat. Jo he tingut dues nenes i un nen. El nen no va tirar endavant però forma part de la família. Sònia
Por websitebuilder 29 jul, 2021
Jo tenia 27 anys i un fill de casi dos anys que va ser molt desitjat. Em vaig quedar embarassada d'un segon fill que, contràriament al primer, va ser sense esperar-ho. Les circumstàncies no eren les més adients. El matrimoni no travessava el seu millor moment. No sé perquè vaig tenir el pressentiment que alguna cosa no aniria bé. Vaig demanar-li al ginecòleg que em portava que em fes una amniocentesis. En aquells anys, 1977, no era tan normal com ara, però ja es feia. I, per suposat, encara no es feien les ecografies. El metge em va dir que no tingués manies, que sempre les dones pensàvem malament... i així es va quedar. En cap dels meus dos parts vaig voler anestesia, que en aquell temps era amb Pentotal. Jo no volia ser la última a saber què era, volia plenament viure aquells moments. Després de la primera experiència potser es pot pensar que pel segon ja voldria “dormir”, però no, també vaig voler parir com amb el primer. Arribat el dia del part, i en néixer la criatura, un nen també, de seguida vaig preguntar si estava be. Resposta: “sí, si, té tots els ditets.. bé”. Però jo pressentia que alguna cosa passava. Intuïció femenina potser? I tornava a preguntar: “Però segur que està bé? “. “Si, si” em tornaven a contestar. Jo vaig veure que el moviment que hi havia a la sala de parts no era normal. Es van endur la criatura i al cap d’una estona em diuen que el nen té síndrome de Down. Vaig sentir com si el món s ‘hagués enfosquit. Em vaig ensorrar. Em van haver de donar un calmant perquè vaig agafar un atac de nervis. No m’ho podia creure! El pediatra em deia que aquestes criatures poden ser intel·ligents, tenir una vida més o menys normal, que fins i tot es podia arribar a fer una estètica per millorar els trets dels ulls! Però a mi tot això no em servia. Em veia perduda, no sabia com podria fer front a aquella situació que per mi era greu. En aquella època, l’estada la clínica era una mica més llarga que actualment. Jo hi vaig estar cinc dies. Al cinquè, vàrem anar cap a casa. Van ser dies amargs. Aquella tarda, en anar a donar de mamar, el nen quasi no responia, no tenia esma quasi ni de moure’s. El seu pare se'l va endur de seguida al pediatra… i ja no va tornar a casa. No hi va passar ni una sola nit. No se li va fer autòpsia, segons el pediatra no valia la pena, ja que es podia considerar normal que succeís alguna cosa així amb un nen amb síndrome de Down: una hemorràgia interna. Llavors va arribar la sensació de buit. M’havia quedat sense el nen que acabava de parir feia només cinc dies. I vaig plorar molt! Aquella nit vam dormir gracies al Valium, però tot i que sembli dur o fins i tot poc humà, l’angoixa va començar a marxar. Va ser com tornar a recuperar l’oxigen. Però dins meu es va instal·lar una gran frustració. Encara que pugui semblar contradictori: havia perdut un fill, nou mesos d’embaràs, un part, una quarantena, pujades de llet que em varen costar dues caixes d'injeccions per retirar-la... Per què aquell nen no havia pogut néixer tan sa com el primer? Ens van fer proves per veure si genèticament hi havia algun defecte a l’Hospital Sant Pau. Tot era completament normal. Un accident de la natura, va dir el metge. Durant mesos, vaig tenir un desig molt gran de tenir un altra criatura. Però el meu marit llavors, no va voler de cap de les maneres. Això augmentava la meva frustració. Però ara mirant enrere, penso que va ser la decisió mes encertada. Tres anys després, el matrimoni es va trencar del tot. El nen era bonic, morenet. Es va dir Cristian. Ara tindria 40 anys. Què hagués estat de les nostres vides? No tinc la resposta, però amb tota sinceritat... l’hagués estimat igual que al seu germà. Maria José
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